La pasión de Juana de Arco (1928)
Carl Theodor Dreyer
“En la biblioteca de la cámara de
diputados de París se encontraba uno de los más extraordinarios documentos en
la historia del mundo: El acta de juicio de Juana de Arco, juicio que terminó
en su muerte. Las preguntas de los jueces y las respuestas de Juana, se
registraron exactamente, leyéndolo, descubrimos a la real Juana. La verdadera, sin armas, simplemente humana, una joven mujer que murió por su país,
piadosa, joven confrontada por un grupo de ortodoxos teólogos y poderosos
jueces.”
Con estas palabras da inicio el
momento justo en que Juana es confrontada con la iglesia católica pues afirma
ser “hija del salvador”. El director, Carl Theodor Dreyer pone muchos símbolos
y contrastes entre la vida y la muerte y sobre todo resalta a limpidez con que se ha trabajado
cada escena que dan como efecto que el
espectador no quite la mirada de los
ojos de los personajes, en los que obviamente resaltan los de Falconetti;
sus grandes y expresivos ojos juegan un papel principal pues con ellos logra transmitir todo su dolor, felicidad, sosiego, ternura, exaltación, miedo y una
serie de sentimientos encontrados que fácilmente nos comunica.
En cuanto a los símbolos que
sutilmente Dreyer presenta, se logra captar una clara analogía entre la muerte
de Cristo y la de la protagonista, ambos saben del sufrimiento que tendrán que vivir,
ambos fueron vejados y burlados como rey de reyes colocándoles una corona y
cetro en el caso de Juana, a ambos le dieron agua camino a su muerte y a ambos
les colocaron sobre su cabeza una inscripción “Hereje”en el caso de Juana.
El juego de luces y sombras
también adquieren un significado. Juana espera en su celda, pero no está sola,
hay un solo vano protegido por una reja, reja en forma de cruz, denotando que
por la fe y por su dios no ha sido abandonada.
Ella ve la luz que entra por ese
pequeño vano en forma rectangular, sus ojos apuntan hacia aquella luz que
irradia en el suelo, dividido en cuatro partes, lo observa con añoranza, luz
divina; luego es cubierta por la sombra producida por la pisada de un miembro
de la iglesia quien busca persuadirla y así salvar su alma, enseguida se posa una
mosca sobre su rostro que ella espanta rápidamente.
Juana yace en cama tras entrar en shock al ver lo que le ocurrirá en la cámara de tortura, allí el símbolo de una mosca se posa nuevamente sobre su rostro; para salvar su alma le es ofrecida la eucaristía a cambio que firme un documento donde se retracta ser la enviada por dios para salvar a Francia. Dreyer ha colocado este símbolo (mosca) en dos momentos denotando la astucia y tentación de flaquear y negar a su dios.
“La mosca deber ser tomada como
símbolo de la impertinencia y la audacia; porque en tanto que los demás
animales le huyen al hombre más que a otra cosa, y corren antes que él se les
acerque, la mosca se posa sobre su nariz misma” (Arthur Schopenhauer)
No hay mayor sufrimiento que Juana pueda recibir que el negarle la hostia; ni siquiera es comparable con su muerte, esto la lleva a una disyuntiva: Sólo podrá sentir a su Dios tras la transubstanciación mediante su firma, firma que la condenará por negar su fe.
Preparándola para la hoguera…
Juana no ha cedido y sigue en pie con lo que piensa… se le corta lo poco de
cabello que tiene, la beldad de la escena es una de mis favoritas, llora
desconsolada dirigiendo su mirada hacia su dios. Dreyer junta este triste
episodio con personajes de la vida cotidiana: contorsionistas y danzarines que
se subalternan con el sufrimiento de Juana.
Condenada a muerte recibe a
cristo, resalta su postura de una verdadera santa en primer plano y la reja en forma de cruz en segundo.
En la hoguera, Juana temerosa
pregunta: ¿Esta noche te veré en el paraíso? Dreyer le responde con otro
símbolo, pues después de esta pregunta, aparece una madre dando de lactar a su
pequeño hijo y este, hace una pausa, dirige la mirada hacia Juana, el rostro
del niño conmueve y nuevamente retorna al pezón de su madre.
Sí! le ha respondido.
Jesús!!